Rocamadour parece un pueblo excavado en la roca, las vistas desde la carretera son espectaculares. Los casi 120 metros de altura de la pared rocosa lo convierten con razón en uno de los pueblos más bonitos de Francia.
Rocamadour se convirtió en uno de los centros de peregrinaje más famosos durante época medieval y, por ello, no faltan las leyendas a su alrededor. Es una de las etapas del Camino de Santiago que sigue el trazado del Puy-en-Velay.
La gran escalera conduce a la capilla de Nuestra Señora de Rocamadour, la prueba final del peregrinaje consistía en subir de rodillas los 216 peldaños de la escalera que conduce a la ciudad religiosa. Por estos escalones han subido papas y reyes en busca de indulgencias, reyes como Blanca de Castilla, Luis IX de Francia, Enrique II de Inglaterra y Alfonso III de Portugal, o predicadores como Domingo de Guzmán o Antonio de Padua, marinos como Jacques Cartier, el compositor Francis Poulenc, entre otros.
Junto a la entrada a la capilla de la Virgen Negra se encuentra la cripta de San Amador, el ermitaño que da nombre al lugar y cuyo cuerpo, presuntamente incorrupto, fue encontrado por monjes benedictinos en el año 1162.
En el interior se encuentra la Virgen Negra con el niño, apreciada por sus milagros. Por ello hay gran cantidad de exvotos. Los objetos más conocidos son los hierros de varios condenados liberados de sus cadenas, los barcos de marineros salvados y agradecidos, o las placas de mármol grabadas y enganchadas al muro de la capilla.
Durante las guerras de religión sacaron el cuerpo de San Amador de su tumba y lo quemaron. Solo se conserva un hueso que actualmente se puede ver en un relicario en la basílica de Rocamadour.
La capilla de San Miguel está decorada con frescos del siglo XII.
El santuario tiene el aspecto de bastión. Alrededor del patio se encuentran la basílica de San Salvador y siete capillas. Antes de la gran restauración que se llevó a cabo en el siglo XIX llegó a haber doce capillas en este lugar.
Una de las leyendas más conocidas de Rocamadour es la de la espada de
Roldán, que aparece clavada en la roca sobre la tumba de San Amador. Según la leyenda, la espada que apareció inscrustada en las rocas sería Durandal, puesta por el propio Roldán para que no cayese en manos de sus enemigos. La leyenda asegura que en el interior de la empuñadura se conservan algunas reliquias: un diente de San Pedro, sangre de san Basilio, cabellos de san Dionisio, así como el manto de Santa María.
Por encima del Santuario se encuentra el castillo, una fortaleza del siglo XIX con un campanario del siglo pasado. Aunque está habitado en la actualidad, se puede visitar (previo pago) una parte de las almenas.
El camino de subida hasta el castillo sigue un Vía Crucis en el que encontramos una curiosa cueva-capilla.
Las mejores vistas del castillo y campanario se tienen junto a la cruz que conforma la última estación del Vía Crucis.
Toda la ciudad está llena de pequeños detalles fotogénicos con bonitas vistas al valle.
Entre la arquitectura tradicional del pueblo destaca esta casa de piedra que actualmente es el taller de un vidriero.
Varias puertas fortificadas permiten acceder al pueblo. La calle principal está llena de tiendas para turistas que sólo abren en temporada alta y están cerradas durante el invierno.
Cerca de Rocamadour se encuentra la
Sima de Padirac. La cueva, situada a una profundidad de 103 m, contiene un sistema fluvial subterráneo que en parte se puede recorrer en barca. Este sistema de cuevas es considerado como uno de los fenómenos naturales más extraordinarios del Macizo Central. Fue descubierta por el célebre espeleólogo Édouard Alfred Martel.