Con sus poco más de 50.000 habitantes, Albi es la capital del departamento del Tarn en la antigua región francesa de Occitania. La secta herética de los albigenses, desarrollada en los siglos XII-XIII toma su nombre de esta ciudad. Esta secta religiosa, dotada de una profunda religiosidad, surge frente al problema del mal recurriendo al sistema dualista de tipo maniqueo: Todo lo carnal procede del mal y la adhesión al Dios del bien exige una abstinencia carnal. Trataban como iguales a las mujeres y aceptaban las diferencias de credo, a la vez que defendían que el infierno no existe. Sólo los puros, los cátaros, ponían en práctica este principio. Para éstos, Dios no se pudo encarnar, entrando en clara contradicción con la doctrina de la Iglesia.
La
catedral de Santa Cecilia destaca en el perfil de la ciudad. Dos siglos fueron necesarios para su construcción, de 1282 a 1480. Es hoy una de las catedrales más visitadas de Francia.
Esta catedral fortaleza es una obra maestra del gótico meridional. Se trata de un verdadero castillo que se convirtió en arma disuasoria en el sistema defensivo de la ciudad.
En el exterior, el edificio se enriqueció (hacia 1392) con la puerta Dominica de Florence, de un campanario en forma de torre de 78 metros de altura acabada en 1492 poco después de la consagración de la catedral (1480), y del baldaquín de la puerta de entrada (1515 - 1540). El interior del monumento marca una ruptura con el aspecto masivo del exterior.
La pintura debajo del órgano representa el Juicio Final destaca por su superficie, su calidad y por su disposición en espejo o pareja con la Creación del Mundo / Resurrección. Esta enorme pintura del Juicio Final (1474-1484) originalmente cubría alrededor de 200 metros cuadrados. Pintado al temple, hay tres registros: el cielo, la tierra y el infierno donde los malvados gesticulan en los compartimentos dedicados a los siete pecados capitales.
En la capilla dedicada a Santa Cecilia hay una copia de la famosa escultura homónima de Maderno.
Junto a la catedral se encuentra el
Palacio de la Berbie, antiguo palacio episcopal y actual sede del Museo Toulouse-Lautrec. El museo cuenta con 219 pinturas, 563 dibujos y 183 litografías del famoso pintor nacido en la ciudad.
Los
jardines del palacio episcopal de la Berbie son uno de los lugares más visitados de la ciudad, con preciosas vistas sobre el río Tarn y sus puentes. El antiguo lugar de armas se convirtió en jardín de recreo a requerimiento del primer arzobispo de Albi, Hyacinthe Serroni, siguiendo el plan de los jardines franceses.
La
iglesia de Saint-Salvi está construida en piedra y ladrillo y es otro de los templos importantes de la localidad. Está dedicada a un santo local, primer obispo de la ciudad en el siglo VI.
Cuenta con un coqueto claustro del siglo XII que mezcla los estilos románico y gótico al que se puede acceder por dos calles. Los monjes utilizaban el claustro como
jardin des simples, es decir de plantas medicinales o aromáticas.
Vieil-Alby es el casco histórico protegido de mayor tamaño del sur de Francia.
El casco antiguo está repleto de rincones fotogénicos que nos transportan a épocas pretéritas.
El Puente Viejo data de 1035 y es uno de los más antiguos de Francia aún en uso.
El Mercado de Abastos es un antiguo edificio de 1902 diseñado por André Michelin donde se pueden comprar los delicatessen de la región.
Mensualmente se celebra un mercadillo de antigüedades que merece la pena visitar.