A orillas del río Lot se encuentra la ciudad de Cahors, capital de los
cadurci en época galorromana y en la actualidad importante parada turística de la región.
La catedral de Saint-Étienne de Cahors es un edificio románico construido entre 1080 y 1135. Se trata de uno de los primeros y de los más grandes edificios franceses en tener una cúpula sobre pechinas.
Una de las cúpulas está decorada con frescos del siglo XVI que representan la lapidación de san Esteban y ocho profetas, montados cada uno sobre un animal. Además de este fresco, los muros del edificio exhiben diversas pinturas medievales.
Cerca de la catedral se encuentra el Bulevar de
Léon Gambetta, un político republicano francés que desempeñó un papel central en los inicios de la Tercera República Francesa que nació en la ciudad.
Pero el mayor atractivo de Cahors es su antiguo puente de piedra medieval, el
Puente Valentré. Con sus tres torres fortificadas y sus seis arcos precedidos de picos agudos, ofrece un ejemplo excepcional de arquitectura de defensa medieval.
Construido en los tiempos de las guerras franco-inglesas, el puente Valentré constituye un ejemplo raro de arquitectura militar francesa de aquella época. Su construcción fue decidida por los cónsules de la villa en 1306, y la primera piedra fue colocada el 17 de junio de 1308. Tenía una función de fortaleza, destinada a defender la ciudad contra los ataques provenientes del sur. No obstante, no fue atacada ni por los ingleses, ni por Enrique IV.
La construcción del puente duró más de medio siglo, lo que dio lugar a una leyenda. Según esta, el maestro de obras, agobiado por la lentitud con que avanzaban los trabajos, firmó un pacto con el diablo. Satán echará una mano para acabar pronto a cambio de su alma. El puente se eleva rápidamente, las obras acaban, el contrato llega a su término. Para salvar su alma, ya que pretende no terminar sus días en el infierno, el maestro de obras le pide al diablo que vaya con una criba o cedazo a por agua a la fuente de los Cartujos (que se encuentra al otro lado del río, en la parte exterior de la ciudad) para calmar la sed de sus obreros. Evidentemente Satán vuelve sin agua y pierde la apuesta. Dispuesto a vengarse, el diablo vuelve cada noche para quitar la última piedra de la torre central, hoy llamada Torre del Diablo, y cada día los albañiles la tienen que volver a colocar.
En 1879, se hizo una restauración del puente y el arquitecto Paul Gout mandó colocar en el hueco vacío una piedra esculpida con la efigie del demonio que no volvió a desaparecer, pues el demonio se había quedado definitivamente en el sitio con las garras prisioneras del cemento.
El puente estaba protegido espiritualmente por una capilla dedicada a la Virgen en el castillete (fortaleza) occidental. Fue acabado en 1378.