En 1940 un grupo de chavales de Montignac acompañados del perro Robot descubrió una cueva que hasta entonces había permanecido oculta y que resultó ser, junto a la cueva cántabra de Altamira, una de las grandes joyas del arte rupestre. La cueva original se cerró al público en 1963, ya que las visitas propiciaron la aparición de hongos que terminaron por afectar a las pinturas. Se creó una réplica denominada Lascaux II que ha estado operativa durante varios años. El Centro Internacional de Arte Parietal (Lascaux IV) abrió en diciembre de 2016 al pie de la colina de Lascaux.
Se trata de una copia digital exacta de la cueva original para la que se utilizó la tecnología más avanzada. El proyecto, que algunos consideran un auténtico búnker paleolítico, realizado por el estudio de arquitectura noruego Snøhetta ha costado la friolera de 66 millones de euros.
La visita comienza junto a la réplica del acceso a la cueva que conduce a la denominada «Sala de los toros». Los toros, en realidad son uros (Bos primigenius), una especie ya extinta de bóvido que habitó Europa hasta el siglo XVII.
Además de uros, en la cueva aparecen representados caballos, ciervos, renos y algunos depredadores.
En la parte más recóndita de la cueva hay un extraño ser con cabeza de pájaro.
La visita se completa con un cine 3D, un paseo en realidad virtual por la cueva y un detallado centro de exploración donde se pueden estudiar con mayor detalle las pinturas más interesantes.
La visita termina en una sala con multitud de monitores donde se puede comprobar la influencia del arte rupestre en pintores actuales como Miró o Picasso.