La infausta historia de
Mauthausen cubre apenas siete años, desde 1938 hasta la última semana de la segunda guerra mundial. Cuesta trabajo creer que en esta bella localidad situada junto al Danubio se escribiera uno de los capítulos más negros de la historia moderna.
En la actualidad se pueden ver los homenajes a los presos en todas las lenguas de Europa. Junto al
Muro de las lamentaciones tenían que permanecer en formación los presos recién llegados al campo. Con frecuencia eran objeto aquí de los primeros malos tratos.
Los refugiados españoles en Francia que habían huído de la guerra civil tampoco se libraron. En agosto de 1940 llegaron al campo de concentración, en vagones de carga, 470 presos españoles, primera tanda de los 7.300 inscritos en el campo hasta 1945.
Mauthausen sirvió en un principio como un campo de prisioneros para criminales comunes y otros "Criminales Incorregibles". El 8 de mayo de 1939 se convirtió en un campo de trabajo utilizado principalmente para el encarcelamiento de prisioneros políticos. La cárcel del campo, la sala de autopsias y las cámaras de gas dan testimonio de que aquello no fue una simple cárcel.
Aunque la mayor parte de los prisioneros fueron asesinados por métodos "naturales", por ejemplo darles una ducha fría y dejarlos varias horas a la intemperie a muchos grados bajo cero, en la cámara de gas situada junto a la enfermería se asesinó con gas Zyklon B a un mínimo de 3.455 personas desde marzo de 1942.
Los hornos crematorios no daban abasto a quemar los cuerpos de todos los muertos del campo. El frío, las enfermedades y el trabajo extenuante en la cantera cercana acabaron con la vida de miles de presos. Los hornos crematorios funcionaban de día y de noche, el olor en los alrededores de Mauthausen era tan irrespirable que ni los pájaros se acercaban.
La vida en los barracones era un infierno, en cada camastro dormían dos o tres prisioneros en condiciones pésimas, aquejados de enfermedades y sometidos a la férrea disciplina de los
kapos, presos comunes encargados del orden en cada barracón.
El eje de la vida en Mauthausen era la cantera de granito propiedad de
Wiener Graben, en la cual trabajaban los prisioneros hasta su muerte por extenuación. Una escalera de 186 peldaños separaba la cantera de los barracones. Los deportados debían subirla diez o doce veces por día, cargados con grandes piedras a la espalda, mientras los kapos —prisioneros que ejercían como capataces— les empujaban, zancadilleaban y golpeaban con bastones. Cuando falleció el primer español, el 26 de agosto de 1940, sus compatriotas, ante la sorpresa de los verdugos, guardaron un minuto de silencio, situación que se repetiría en numerosas ocasiones.
El parque de los monumentos surgió en 1949 en el emplazamiento de las antiguas barracas administrativas de la SS, ante el portal de entrada del campo de presos.
Los monumentos nacionales erirgidos en recuerdo de las víctimas fueron sufragados por los distintos países, aunque no siempre. En el caso de España el monumento fue pagado por un grupo de supervivientes y sus familiares.
A finales de 1939, el campo de
Mauthausen estaba ya saturado de prisioneros. Su número había crecido de 1.080 a finales de 1938 a 3.000 un año después. Sobre esa época empezó a construirse un nuevo campo en
Gusen, a unos 4,5 km de distancia. El nuevo campo (más tarde llamado Gusen I) y su cantera Kastenhofen fueron acabados en mayo de 1940. Los primeros prisioneros fueron trasladados a las dos primeras cabañas (números 7 y 8) el 17 de abril de 1940, mientras que el primer transporte de prisioneros llegaron el 25 de mayo del mismo año.
La mayoría de los republicanos españoles asesinados por las SS fallecieron en el campo de
Gusen, entre las placas conmemorativas se puede encontrar a un buen número de compatriotas.
Con información de
Wikipedia