La mina de sal de
Wieliczka, cerca de
Cracovia, recibe cada año unos 800.000 visitantes. No en vano se encuentra incluida en la lista del
Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO desde 1978.
El museo muestra más de siete siglos de historia de la minería, aunque las primeras explotaciones de sal en el territorio empezaron durante el neolítico, unos 3500 años antes de nuestra era.
Wieliczka es una de las minas de sal mejor documentadas de Europa desde la antiguedad. Desde su construcción en la Edad Media y hasta 2003 la mina ha estado funcionando ininterrumpidamente.
Durante este tiempo se han excavado más de 7,5 millones de metros cúbicos de pasajes subterráneos, desde el nivel I a 64 metros bajo la superficie y hasta el nivel IX a 327 metros de profundidad. La mina cuenta con más de 200 kilómetros de galerías y 2040 cámaras. Sólo una pequeña parte, alrededor del 2%, es visitable. El recorrido turístico tiene 2 km de longitud e incluye la visita a algunas cámaras decoradas con estatuas de sal.
La leyenda cuenta que la princesa
Kinga, hija del rey húngaro
Bela IV, iba a casarse con el príncipe polaco
Boleslaw, como dote quiso regalar algo al país de su prometido, una sustancia desconocida en Polonia y que haría más sabrosa la comida: la sal. Antes de iniciar su viaje a Polonia, la princesa dejó caer su anillo de compromiso en un pozo de sal. Ya en tierras polacas, paró su cortejo en
Wieliczka e hizo cavar un agujero. Los sirvientes de la tierra extrajeron una piedra de cristal de sal y en su interior apareció el anillo de Kinga, de esta forma milagrosa la sal viajó de Hungría a Polonia.
La historia se representa mediante varias esculturas de sal en una de las primeras salas del recorrido.
Más adelante aparece la espectacular capilla de la reina Kinga, una de las cámaras más impresionantes de la visita, una iglesia subterránea de 12 metros de altura, 54 metros de longitud y 18 de anchura, obra de los hermanos Józef y Tomasz Markowski y de Antoni Wyrodek.
Las visitas se realizan con un guía que conduce a los visitantes a través del laberinto de galerías. Hay visitas cada hora en polaco, inglés y alemán, aunque también se realizan bajo petición en otros idiomas.
A lo largo del recorrido pasamos por varias galerías inundadas. El agua de la mina era extraida mediante un ingenioso procedimiento de bombeo, la presencia de agua era incluso más peligrosa que la de grisú ya que las inundaciones resultaban desastrosas para los mineros.
Tras la visita turística se puede realizar otra visita mucho más interesante, la visita al museo de la minería, que realiza un recorrido por catorce cámaras que muestran los procedimientos de extracción de los siglos XIX y XX, así como una explicación de las particularidades geológicas de la sal de la región.
La sal de la mina lo ocupa todo, en el museo se pueden ver varios objetos abandonados por los mineros y completamente recubiertos por los vistosos cristales cúbicos de cloruro sódico.
Durante el kilómetro y medio de trayecto de la visita al museo minero se pueden ver un gran número de aparatos utilizados para la extracción de la sal, la mayor parte accionados por tracción animal.
A lo largo de los siglos, célebres personajes han visitado las minas, entre los que cabe citar a
Nicolás Copérnico,
Johann Wolfgang von Goethe,
Alexander von Humboldt,
Dimitri Mendeleyev,
Ignacy Jan Paderewski,
Robert Baden-Powell,
Karol Wojtyła,
Bill Clinton, así como muchas testas coronadas. Muchos de estos visitantes realizaban las visitas en unos elegantes vagones tirados por caballos.
Para acceder a la mina se baja por una escalera de madera hasta una profundidad de 64 metros, el regreso se hace en un ascensor minero que recorre el trayecto de vuelta a la superficie a gran velocidad.