Cinco años después de nuestro primer viaje a Florencia, hemos vuelto a la ciudad de los Médici.
La iglesia de Santa María Novella es la iglesia madre de los dominicos, con el tiempo se convirtió en la segunda iglesia de la ciudad, tras de la Santa Croce. En El beso en la Luna se puede leer una descripción de los instrumentos astronómicos que decoran su fachada.
Junto a la iglesia, y en una de las capillas que rodean el claustro se puede visitar la Capilla de los Españoles, así llamada porque a ella asistía Leonor de Toledo, la esposa española de Cosme I. Las inmensas paredes están decoradas con frescos entre los que destacan Misión, obra y triunfo de la orden de los dominicos en la que los frailes aparecen representados como perros (domini canes).
El elemento más característico de la ciudad es el Ponte Vecchio sobre el río Arno, todo un símbolo de la ciudad, repleto de tiendecillas de joyeros y que hasta los nazis respetaron durante la II guerra mundial. Fue el único puente de la ciudad que no se bombardeó.
Desde el Piazzale Michelangelo, un precioso mirador al otro lado de la ciudad, se disfruta de un vista espectacular.
La iglesia de San Miniato al Monte es el templo románico más hermoso de la región. En su interior se puede escuchar a los monjes benedictinos con sus cantos gregorianos.
El punto al que uno vuelve una y otra vez es la Piazza della Signoria, un museo al aire libre que nos muestra la grandeza artística que atesora la ciudad.
El domingo de Resurrección se celebra una de las fiestas más típicas de Florencia, el Scoppio dell Carro (Reventón del Carro), una celebración de origen medieval en el que una paloma de cartón disparada desde el altar mayor del Duomo prende un carro del siglo XVII cargado de cohetes, petardos y fuegos artificiales.
Antes del estallido del carro, los abanderados hacen una vistosa exhibición de sus habilidades.