Desde
Venecia resulta muy fácil llegar a estas tres islas, cada una con su encanto particular, tomando los vaporettos que salen de
Fondamenta Nuove o
San Zaccaria.
Murano es mundialmente conocido por su artesanía del vidrio, las calles de la ciudad están atestadas de tiendas que venden auténticas maravillas de cristal a precios igualmente desorbitados, junto a otras que venden baratas imitaciones chinas que resultan un engaño evidente incluso para el turista más despistado.
Cuando uno baja del barco es inmediatamente invitado a ver una demostración gratuita de la fabricación del vidrio. La experiencia merece la pena, la habilidad de los artesanos es notable y son capaces de fabricar en pocos minutos un caballo de cristal o una botella decorada.
Una visita interesante es la de la iglesia de
Santa María e San Donato, en el interior se pueden ver algunas interesantes vidrieras hechas por los artesanos locales, también cuenta con un magnífico ábside.
La ciudad está repleta de rincones pintorescos y es un bonito lugar para pasear, especialmente a última hora de la tarde cuando la mayoría de los turistas se han ido y
Murano recobra su tranquilidad provinciana.
Si
Murano es conocido por el cristal, la vecina isla de
Burano lo es por los encajes. A principios del siglo pasado sólo quedaba una anciana encajera, pero el estado italiano intervino para que este arte no se perdiera y fomentó que la gente joven aprendiera. Hoy hay varias escuelas taller que se dedican a este lucrativo negocio. Los bordados tienen unos precios elevadísimos, acordes con la gran cantidad de horas de trabajo que exige su elaboración.
Pero el otro atractivo de
Burano está en sus casas de colores. A la caída de la tarde se convierte en el paraíso de cualquier aficionado a la fotografía.
Los vecinos tienen prohibido cambiar el color de sus casas bajo multa y están obligados a pintar las casas cada poco tiempo. La recompensa es que el pueblo está siempre atestado de turistas, lo cual es excelente para la economía local.
La torre inclinada de la iglesia de
San Martino se ve desde todas partes, la iglesia del siglo XVI alberga un
Calvario de la primera época de
Tiépolo
Desde
Burano se accede por barco en cinco minutos a
Torcello. Esta isla acoge uno de los primeros asentamientos de la Laguna Véneta. La preciosa iglesia de la isla, la
Cattedral di Santa Maria e Assunta, es la más antigua de la zona, siendo sede episcopal desde el siglo VII.
Desde el campanario se disfruta de una excelente vista de toda la laguna, pero hay que tener en cuenta que las campanas suenan cada hora. Escuchar el ensordecedor ruido en el campanario es toda una experiencia.
En la
Cattedral di Santa Maria e Assunta destaca un mosaico del siglo XII al XIII que representa el Juicio Final.
En el exterior se conserva un asiento de piedra conocido como el
Trono de Atila, lo más seguro es que
Atila ni siquiera pasara por allí, pero es un recuerdo de la época en que los habitantes de la laguna tuvieron que buscar refugio durante las invasiones bárbaras. Posiblemente el asiento de piedra fue utilizado por los jueces de
Torcello. ¡Cuidado con sentarse en esa piedra! La tradición dice que quienes lo hacen se casan antes de un año.