En el valle del
Serchio se encuentra una de las ciudades toscanas con más encanto:
Lucca. La ciudad está rodeada por murallas y bastiones de los siglos XVI y XVII, aunque su origen es mucho más vetusto como podremos comprobar en este artículo.
La ciudad fue habitada por
ligures y
etruscos, se sabe que en el siglo III a.C. existía un asentamiento llamado
luk (pantano en lengua ligúrica).
Actualmente hay reminiscencias de la época romana en la bonita
Plaza del Anfiteatro, de forma elíptica. Para apreciar en toda su extensión la arquitectura de la plaza es necesario verla desde el aire.
En anfiteatro data del siglo II d.C., se levantaba a unos tres metros de profundidad respecto al nivel actual del suelo, tenía forma elíptica y se hallaba rodeado por dos hileras de arcos superpuestas sobre pilastras.
Las instalaciones fueron destruidas durante las invasiones bárbaras y el mármol original sirvió como material de construcción de muchas de las iglesias románicas de la ciudad.
Sobre las ruinas del teatro se construyeron nuevas casas y, para ello, hubo que seguir forzosamente la planta elíptica de la construcción precedente, cuya forma sigue distinguiendo
Entre las iglesias destaca la soberbia
San Michele in Foro, a pesar de los dos siglos que tardo en edificarse nunca llegó a la altura prevista, por ello sobresalen tanto las naves central y derecha.
La sede episcopal de la ciudad se encuentra en la
Catedral de San Martín, iglesia fundada en el siglo VI y consagrada a la sede del obispo en el s. VIII. En los pórticos se pueden admirar relieves notables que describen con detalle escenas de la vida de San Martín.
En la iglesia también se encuentra una de las pocas estatuas ecuestres medievales, data de 1240 y representa a San Martín y un mendigo.
En el interior se venera el
Volto Santo o
Santa Faz, que según la leyenda e remonta San Nicodemo, quien talló un crucifijo en madera de cedro del Líbano para tener un "icono verdadero" de Cristo. La opinión es ue el crucifijo llegó a Luni en la costa norte de Toscana a bordo de un barco que carecía de tripulantes y de ahí viajó a Lucca en un carro tirado por bueyes y sin conductor.
En el exterior hay una curiosa inscripción en latín con un laberinto que reza:
"Éste es el laberinto que el cretense Dédalo construyó y del que nadie que entre puede salir, a excepción de Tesseo ayudado por amor, del hilo de Ariadna". Se trata de un motivo simbólico que se encuentra con frecuencia en otras iglesias medievales italianas y que es una metáfora de la vida, el pecado y el amor.
San Frediano, un obispo de origen irlandés y patrón de la ciudad de
Lucca, da nombre a otra interesante iglesia, en cuya fachada destaca un mosaico que representa la Ascensión de Cristo.
Desde la
Torre Guinigui se disfruta de una bella vista panorámica, en la torre hay unas encinas seculares que son uno de los símbolos de la ciudad.