En 1995 asistí a una recreación de la
batalla de Austerlitz en el palacio de ese nombre, situado en la ciudad checa de
Slavkov u Brna. Este año se conmemora el 200 aniversario de la batalla, que tuvo lugar el 2 de diciembre de 1805 entre
Napoleón,
Francisco II, monarca del imperio austrohúngaro y el zar
Alejandro I de Rusia. El ejercito francés formado por cerca de setentamil combatientes venció a la alianza austro-rusa que contaba con un ejército sensiblemente superior.
Desde los balcones del palacio,
Napoleón I arengó a sus hombres, que consiguieron para él una de sus más notables victorias.
Hoy día,
Slavkov es una tranquila ciudad del sur de Moravia, orgullosa de ocupar un lugar en la Historia. Conocí a una humilde anciana que todavía presume de que en su casa durmió un general de
Napoleón. A pesar de que esta historia la contaba su abuela, ella la vivía con indisimulada vanidad.
A 30 kilómetros de
Slavkov se encuentra
Brno, la capital de la región de
Moravia, conocida sobre todo por su circuito de velocidad, en el que se juega el Gran Premio de Motociclismo.
Brno es una ciudad industrial, su perfil está dominado por la
catedral de San Pedro y San Pablo, que también aparece en la moneda checa de 10 coronas. Al llegar en tren a
Brno, la vista de la Catedral sobre la colina de
Petrov, da la bienvenida al viajero.
El edificio actual se sitúa sobre las ruinas del castillo, es de estilo gótico del siglo XIII, pero el interior es barroco del XVIII. El aspecto neogótico actual es de fines del XVIII. Desde 1777 es la sede del obispado de
Brno.
Antes de llegar al
Ayuntamiento Viejo se pasa por
Zelní Trh, la plaza del mercado de verduras.
Un animado lugar en el que es posible comprar todo tipo de verduras, algunas de ellas no se encuentran en España, o al menos yo no las he visto aquí. Por ejemplo, el llamado
patizón una variedad de calabacín que se toma empanada y frita como si fuera un escalope y que resulta bastante agradable acompañada de salsa tártara.
Aquí también venden la raíz del perejil, un tubérculo que utilizan para hacer la sopa, lo que le aporta no pocas vitaminas y un inconfundible sabor.
Después de la compra podemos hacer un alto degustando el
burčák, una especie de mosto en fermentación, que pica en la lengua y que tiene mucho éxito entre los checos.
El
Ayuntamiento Viejo tiene una curiosa entrada, sobre la figura de la justicia la torreta central aparece doblada. La leyenda cuenta que el propio arquitecto
Antonín Pilgrim la dobló enfadado por no haber cobrado el dinero pactado de antemano. El ayuntamiento decidió entonces encargar otra escultura a un artista diferente, pero tras hacerla derecha apareció doblada inexplicablemente al día siguiente.
A la entrada del
Ayuntamiento se encuentran los dos símbolos de la ciudad, el dragón de
Brno (que no es otra cosa que un humilde cocodrilo) y la rueda.
Hay varias leyendas que explican estos símbolos, una de ellas cuenta que un granjero que vivía lejos de
Brno cometió un delito grave y fue condenado a muerte, el granjero prometió ser capaz de cortar un árbol, fabricar una rueda y llevarla rodando hasta
Brno para demostrar su inocencia. Consiguió hacerlo y desde entonces la rueda cuelga a la entrada del Ayuntamiento. Hay otras versiones de la historia, pero esta es una de mis favoritas.
Respecto al dragón, cuenta la leyenda que el animal se le escapó a un grupo de comediantes y empezó a aterrorizar a los habitantes de la ciudad. Un prisionero de
Spilberk tuvo la idea de hacer una trampa, con una oveja muerta como cebo llena de cal viva. Después de devorar a la oveja, el cocodrilo fue a beber agua...lo que irremediablemente acabó con su vida. También hay otras leyendas que cuentan el origen del cocodrilo, una de ellas, quizás más verosimil cuenta que el animal fue un obsequio de una delegación turca que visitó la ciudad en 1608.
El centro de
Brno está ocupado por la llamada
Plaza de la Libertad, un amplio espacio rodeado de comercios y por el que miles de personas pasan cada día.
En la plaza
Malinovský se alza el
Mahenovo Divadlo o
Teatro Mahen, construido por dos arquitectos vieneses,
Ferdinand Fellner y
Hermann Helmer y uno de los primeros teatros electrificados en Europa, de hecho, el propio
Thomas Alva Edison vino desde América para supervisar personalmente las obras del cableado.
En una vitrina del interior se exponen algunas bombillas originales de Edison y otra aparamenta eléctrica de la época.